Don Pedro de Mendoza llegó al Río de la Plata con el título de Adelantado y con la misión no solo
de explorar, sino también de colonizar. Se comprometía a fundar tres ciudades.

Llegó en 1536. En un caluroso día de febrero, entre espinillos, talas y paja brava, se empezó a le-
vantar la pequeña Buenos Aires o, mejor dicho, la “ciudad de la Santísima Trinidad y el puerto de

Santa María de los Buenos Aires”.
La construyeron precariamente. Tenía apenas una manzana: casas de barro con techos de paja [...]
Pero el territorio no estaba desierto... En ese mismo río pescaban los querandíes; por esos mismos
terrenos solían correr los ciervos, los ñandúes, las nutrias.
Parece que los querandíes no los recibieron mal en un principio. Los ayudaron y les trajeron comida
durante catorce días. Luego dejaron de venir. Don Pedro de Mendoza, indignado, mandó un pelotón
de hombres armados para castigarlos. Él era un señor, y no podía tolerar la insubordinación. Pero
los querandíes, claro está, no se sentían siervos de nadie y recibieron con flechas y boleadoras al
pelotón de españoles, encabezado por Diego de Mendoza, el hermano de don Pedro.
La guerra estaba declarada.
Los indios pusieron sitio a la pequeña ciudad. A los españoles empezó a acosarlos el hambre.
Muchos decidieron volver a España. Entre ellos, don Pedro, el Adelantado, que iba muy enfermo, y
que murió en altamar [...]


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